Traslado de Zaragoza a Campo - Escalona.

15 de agosto 2008. A las 00:30 ya estábamos en la estación central de la ciudad de los “nos”, Zaragoza. Teníamos una noche por delante, y un agujero en el estomago.
Nada mas apearnos del autobús la Policía Nacional nos hizo desmontar las alforjas y pasarlas por el scanner. Una faena,…, todo sea por la seguridad.
Nos montamos en las bicis dándonos un paseo por dentro de la estación. Dos guardias de seguridad se nos acercan, nos chistan, y uno de ellos, el típico chulito de porra al cinto, dice, “esto no es un carril bus” (1er no de la noche), … “¿será un carril bici, no?,” pero bueno, nos bajamos y actuamos como buenos ciudadanos. (Foto 01: Campo, punto de incio de nuestra Transpirenaica. En fiestas).
Un taxista nos recomienda un bar cercano, típicamente americano, abierto las 24 horas, con una fauna variada durante toda la noche (taxistas, policías, jugadores de cartas, …). Mientras cenábamos unas albóndigas, nos avisan que la bicicleta de Miguel vuelve a estar pinchada. Segundo pinchazo de la transpirenaica y segundo no de la noche, “No se puede meter la cámara en el cubo del agua, hazlo en el baño”.
Estábamos al lado de los terrenos de la Expo, y fuimos a visitarla. “No podéis pasar” (tercer no de la noche). Al final nos dejaron entrar por otro acceso, eso si, utilizando el carril bici. Nos acercamos hasta la zona de marcha, una playa artificial, con jovenzuel@s borrachos y música de la que ponen en este tipo de sitios. En la puerta nos paran. Les preguntamos si podemos dejar las bicis un segundo allí, a su cargo, para cotillear un poco como es aquello por dentro. ¿Os imagináis la respuesta, verdad? No. (Cuarto no de la noche). (Foto 02: La Cabezonada, pueblo que nos inspiró al hacer esta ruta).
Decidimos ir para la estación de tren y al entrar nos dicen, “No, la estación está cerrada hasta las 5:30, pero podéis ir a la de autobuses, que esta abierta toda la noche. Hay cafetería y sala de espera”. (Quinto no de la noche). Nos pareció algo incongruente, ya que son el mismo edificio, pero efectivamente, entrando por el otro acceso nos encontramos la cafetería y la sala de espera, un buen lugar para pasar unas cuantas horas más. Desplegamos las esterillas, y conseguimos dormir malamente media hora, hasta que nuevamente, el segurata chusquero nos despertó a la voz de “Aquí no se puede dormir”. (Sexto no de la noche).
El tiempo ya había pasado, y las salas de espera de la estación de tren ya estaban abiertas. Los asientos parecían diseñados para nuestro descanso y las bicicletas escondidas para que no las vieran. Todo parecía perfecto, pero otro guardia de seguridad apareció con un No en la boca. (Séptimo no de la noche). Replicamos, pero “son las normas de la estación”. (Foto 03.- Iglesia de Arro).
Adoptamos una posición más decorosa que nos permitió dormir igualmente, hasta que un rumano de ojos peleados nos despierta preguntando si éramos también extranjeros. Patricio nos contó toda su vida, entendimos sólo parte, pero cuando nos dimos cuentas quedaban 10 minutos para que saliera el tren de Huesca. A la carrera nos dirigimos al andén, ostras, nuevo control, y otra vez a desmontar las alforjas. Llegamos por los pelos. Toda una noche dando tumbos por los alrededores de la estación y casi perdemos el tren.
El tren de Huesca (5,15 euros por billete) es como los de antes, de los que permite ver el paisaje desde el asiento. En el ya se respira el ambiente montañero, puesto que la línea acaba en pleno pirineo oscense, en Canfranc, y son muchos los aficionados, tanto senderistas como ciclistas que lo utilizan. (Foto 04: Ainsa, Plaza Mayor).
Llegamos a la estación de Huesca a las 9:00 h. de la mañana. No éramos los únicos dobleteros, la ciudad estaba en fiestas, y desayunamos rodeados de parroquianos ataviados en verde y blanco en honor de San Roque.
A falta de media hora para pillar el Bus a Campo (salía a las 10:30 h) nos dicen el octavo no de la jornada. Esas bicicletas así NO pueden viajar. Para remediarlo quitamos la rueda delantera, tapamos con bolsas de basura la cadena, platos y cambios…. El autobús recordaba al típico de película sudamericana, con cubano y todo al volante. No se sabía el destino, ni la plaza en la que te sentabas. Metimos como pudimos las bicis en el maletero, moviendo las maletas de dentro, sin que nadie dijera nada, puro descontrol. Poco antes de montar en el autobús, a Miguel se le cayó el soporte del cuentakilometros al andén desde la calle. Vuelve a la estación, se salta dos controles, se baja al andén y es la comidilla de risas de tres rubias de bote. (Foto 05: Visitando Ainsa).

Son las 13:00 h. del día 15. Por fin llegamos a Campo, punto de partida de nuestra transpirenaica particular. Visitamos el pueblo, que celebraba sus fiestas patronales y nos ponemos en marcha. Tras unos cuantos pitidos, vetes a la mierda, fuck you incluido y un saludo inesperado que mantiene a Miguel intrigado toda la tarde llegamos a Escalona tras visitar todos los pueblos que van saliendo a nuestro paso, teniendo un especial interés Ainsa. (Foto 06: Escalona, vistas del pico Montañés desde el refugio en el que dormimos).
En escalona encontramos el mejor de los refugios posibles. Una barbacoa, con agua, luz y magníficas vistas sobre el pico Montañés.
Matamos las horas hasta la cena en la terraza del restaurante Revestido arreglando las bicis, escribiendo esta crónica y probando el método de recuperación del doctor Corbalán (tomar unas cervezas), mientras un viejo rockero, de los de pañuelo a la cabeza, nos ameniza con sus nostálgicas canciones a todo volumen en un dvd portátil.
(Foto 07:Escalona, refugio en el que dormimos).
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